Para obtener retornos de largo plazo en su inversión es necesario mantener bajo control las pérdidas. Sin embargo, vender una acción a pérdida es uno de los actos que más se le dificulta a un inversionista, pero no hacerlo puede conducir a un deterioro significativo del portafolio y deteriorar la estrategia de corto y mediano plazo.
Para
evitar perder el control ante las pérdidas, conozcamos qué excusas encontramos
para no vender una acción en la que estamos perdiendo y la situación de la
empresa puede estar complicada.
– Cuando venda la acción, en ese momento vuelve a subir.
Es uno de los mayores miedos de un inversionista que no quiere realizar las pérdidas
así la situación financiera de la empresa esté complicada. Esta sensación suele presentarse luego de una
fuerte caída de la acción que hace temer al inversionista por su capital, pero
este, en medio de no querer marcar la perdida, decide refugiarse en la esperanza
de una mejora para la compañía.
Tras estas caídas, que pueden ser de 20% o más del valor de la acción, el escenario más probable es que el precio de la acción tenga un rebote al alza. En ese momento el inversionista deberá evaluar si aprovecha ese ascenso para vender con menores pérdidas o si considera que la empresa va a mejorar y continuar con la acción. Es importante recordar que cuando la empresa presenta fuertes dificultades, estos rebotes son pequeños o podrían no darse.
Para evitar llegar a esta situación, es importante establecer un nivel de pérdida máxima para una acción. Determinar un nivel en el que es mejor vender la acción y evaluar si se compra la misma acción a un precio o inferior o simplemente se buscará una nueva alternativa de inversión. El inversionista, en especial el que invierte de corto o mediano plazo, debe tener siempre un nivel donde deberá limitar las pérdidas.
– ¿Por qué voy a vender si la empresa tiene buenos fundamentales?
El análisis fundamental se usa para posiciones de mediano y largo plazo, esto
no quiere decir que el mercado, en medio de su irracionalidad de corto plazo,
no caiga en contra de los fundamentales de la compañía. Estos movimientos
contrarios al buen panorama de la empresa pueden ser consecuencia el riesgo
sistémico o, en palabras más sencillas, situaciones que afectan la totalidad
del mercado. por ejemplo, movimientos de
alza en las tasas de interés de los principales bancos centrales del mundo o
una crisis de deuda en algún país importante.
El lado B de los descensos en contra de los fundamentales, es que el
inversionista puede estar equivocado o no conocer el fundamental o noticia que
está afectando el precio de la acción, aguantando una pérdida que en el largo
plazo podría ampliarse si los resultados de la empresa se deterioras.
Así que en ambos casos es mejor limitar la pérdida, evaluar el por qué el
descenso y decidir si se compra de nuevo la acción a un precio menor o
definitivamente se deja fuera del portafolio.
– Buscar artículos u opiniones de terceros que ayuden a
justificar el no vender. El miedo a marcar una pérdida hace que el
inversionista busque cómo justificar el mantener la acción en artículos,
informes y opiniones de analistas. Podrá escuchar 8 opiniones que le
dicen vender, pero con una sola que le diga que espere, tendrá una
justificación para no marcar la pérdida.
Al igual
que el inversionista los demás tienen su propio análisis, pero no tiene total
certeza de estar en lo correcto, por lo que el inversionista podría dejar
correr la pérdida basado en la esperanza de que quienes comparten su visión de
la acción. En este caso, el inversionista debe aprender a actuar bajo su
propia decisión y respetar sus niveles de pérdida, sin importar la opinión de
terceros.
Conocer exactamente el por qué se va a mover un mercado el 100% de las veces es
una tarea difícil, por consiguiente, ante fuertes caídas es mejor limitar las
pérdidas. Para hacerlo se debe recordar que el mercado le dará nuevas
oportunidades y que es mejor recuperar un 5% o 6% a recuperar una pérdida de
20%, de 30% o hasta de un 50%.
Adicional, al cerrar la posición perdedora se puede pensar de forma más objetiva y evaluar si se debe recomprar la acción o dejarla fuera del portafolio. Aguantar acciones con pérdidas puede hacer que el inversionista pierda el norte y simplemente tome decisiones basadas en emociones y no en un análisis objetivo del panorama de la empresa.
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