Algunos inversionistas creen que comprar acciones es simplemente adquirirlas y esperar, porque en el largo plazo siempre suben. Esta creencia podría no ser tan cierta y seguirla sin evaluar las empresas podría conducir a un desastre.
Para que el precio de una acción suba se necesita que la compañía incremente sus ingresos, sus utilidades, su cantidad de efectivo; en otras palabras, que incremente la rentabilidad que la empresa ofrece a sus accionistas. Sin estas condiciones, las acciones podrían permanecer en una tendencia lateral o una tendencia bajista.
Si por el contrario la empresa reporta caída en ventas y peor si reporta pérdidas, es muy probable que la acción tenga una tendencia bajista. La caída obedece a que los inversionistas estarán dispuestos a pagar precios más bajos para obtener la rentabilidad adecuada para una compañía con perspectiva de crecimiento negativa.
Ya sabemos porque caen o suben las acciones, pero ¿qué tan bajo pueden caer? La respuesta es a cero. La razón de esta caída es que las empresas tienen costos de operación, pagan impuestos y pagan intereses por la deuda. Si los ingresos de la compañía no logran cubrir sus obligaciones, las pérdidas netas irán disminuyendo su patrimonio, hasta el punto en que puede llevarla a la liquidación. En este caso es probable que el valor de los activos no alcance para cubrir los pasivos.
Otra pregunta que nace de este escenario es con que velocidad puede llegar a cero. La rapidez de la caída depende de la contracción de la utilidad operativa y de que tan alto es su nivel de endeudamiento. Si la compañía cae en ingresos y no puede reducir costos las pérdidas pueden continuar, pero más grave es que el pago de la deuda debe honrarse para evitar entrar en reestructuración o liquidación. Entre más alta la deuda, más rápido se puede incurrir en default o incumplimiento.
Adicional, cuando se compra una acción, se adquiere una parte del patrimonio de la empresa y este equivale al valor de los activos menos los pasivos. Así que, si una empresa está en dificultades, vendería sus activos para pagar sus deudas y si algo queda es para los accionistas. Con base en lo anterior, a medida que la deuda crece, aumenta el riesgo de la inversión y los activos estarán primero en mano de los acreedores y no de los accionistas. Así que siempre que vayas a adquirir una acción, recuerda evaluar la perspectiva de ventas de la empresa, su rentabilidad y su nivel de endeudamiento. Si los ingresos de una compañía caen lo suficiente para tener pérdidas y no poder cumplir con sus obligaciones, el camino a cero será cada vez más probable.