Luego de alcanzar durante lo corrido de 2017 un máximo cercano a los USD20.00 y descender de nuevo a los USD10.000, los inversionistas se preguntan si este comportamiento es una burbuja o existe algún fundamento sólido para su constante apreciación.  Para responder lo anterior se usarán los parámetros básicos para un modelo de valoración de un activo finacniero.  

El primer reto que se tiene para determinar un valor intrínseco del Bitcoin es catalogarlo como una divisa o como un activo financiero.  Si bien se ha establecido como medio de pago y se le suele clasificar como una moneda electrónica, ciertas características de su emisión o minado podrían hacer más lógica su valoración como un activo financiero.  

En cuanto a las divisas su valor se determina por diferencias entre dos economías.  Se suele hablar de tasas de cambio y no de divisas, lo que implica necesariamente que el valor de la tasa de cambio se derive del valor de dos monedas relacionadas entre sí.  Por ejemplo, el Dólar frente al Yen y la Libra frente al Euro.  Para estos casos, la tasa de cambio es explicada por el diferencial de tasas de interés, de inflación, crecimiento y riesgo entre dos economías, siendo aquella con mejores cifras la que fortalezca su moneda.  Lo anterior resulta en una mayor demanda y subsecuente apreciación de la moneda de la economía que presente mayor potencial de crecimiento. 

Si bien podemos expresar el Bitcoin en dólares, yenes, libras y cualquier otra divisa, este no presenta una relación con el desempeño de economías como Estados Unidos, Japón o Reino Unido.  Esto implica que no se debe abordar la valoración del Bitcoin como si se tratara de una tasa de cambio, se debe valorar como un activo financiero.  

En cuanto a un activo financiero, su precio es el resultado del valor presente de los flujos futuros o del valor presente de la media de sus posibles valores esperados, si nos referimos a una valoración por simulaciones de Montecarlo.  Aquí tenemos otro interrogante, el Bitcoin no ofrece ningún tipo de rendimiento como lo hace un bono, no paga dividendos o genera utilidades como las acciones y las empresas; simplemente es un bien como lo es un tulipán.  

Si no tenemos flujos futuros para valorar el Bitcoin entonces acerquémonos por sus costos de fabricación o en términos técnicos por su costo de minado.  En términos generales para minar un Bitcoin se debe resolver un algoritmo que cada vez es más complejo, con esta complejidad viene la necesidad de mayor capacidad o mayor tiempo de procesamiento; ambas situaciones derivan en un mayor consumo de energía.  Así que los costos de minería se pueden separar en dos componentes: el hardware y el consumo energético. 

Con estas dos variables se podría establecer el valor de un Bitcoin como la suma del Hardware adquirido, el consumo energético del mismo para obtener un bitcoin y una ganancia mínima por este proceso.   Parte de esta ganancia se incluye en los ingresos recibidos por hacer parte de la red de transacciones, lo que haría que este componente no sumara significativamente al precio del Bitcoin.  

Adicional, si la complejidad del algoritmo aumenta, el costo de minado sería creciente y así mismo el comportamiento del precio.  Sin embargo, con el tiempo los componentes de los ordenadores (CPU y GPU) incrementan su velocidad de procesamiento y disminuyen su consumo energético por lo que la tasa de crecimiento de los costos podría no crecer de manera exponencial como si lo ha hecho el precio. 

Con base en lo anterior, el precio del Bitcoin debería reflejar sus costos de minado y no necesariamente tener desmedidos incrementos de precio en el corto plazo.  Este tipo de apreciación tendría como explicación un apetito desmedido por un activo que no genera ningún flujo de caja y que se basa únicamente en la credibilidad del producto combinado con la expectativa de mayores valorizaciones.